viernes, 29 de junio de 2012

Anibal Paz - Santa Rosa, La Pampa, Argentina.

Paciencia

Todo lo simbólico fue un atropello
pensar que existe espíritu es un atropello
forzar la desaparición de la sombra fue un atropello
ser tullido en este barrio de sufridores atropella
esperar y ver como pasa el tiempo en esta oficina de envíos masivos,
y definir que sonrisa te dibujaré en la mañana
mientras llego sucio del trabajo me fue un atropello.
llamar a la desesperación por su nombre
en medio de actos aberrantes y sin sentido
mientras la chusma merodea hambrienta
mostrando miseria en la calle con dientes filosos de gloria muerta
es un hastío de atropello
ser curioso, ocioso, oportunista, vouyerista y carnavalista obsceno
es ser un atropello humanamente incalificado
fabricar ladrillos de barro para la nobleza fue un atropello, pero ya no.
Imaginarse, verse desde arriba y mentirse: ni hablar. Muy atropello.
Revolotear, creer y reventar con acuse de recibo en mano
y permanecer mojado por una tormenta de licor
eso atropella atropella atropella....
ya no quedan tiempos de poiesis griega natural
porque ya no nos queda paciencia
no queda otra que peregrinar hasta cruce de ruta más cercano
y sentarse sobre el fango, entre las vacas
y aguardar alli hasta entender
que no somos nosotros los que juzgan
no somos nosotros los que esperan
Paciencia Oh Hermano!
Nada se produce hasta que llega el momento justo. 






En pos de la revelación

una insignia bordeada de espuma
acabó en la marea por desbordarse
mientras los pájaros sobrevolaban la costa
intentando desplumarse
en rasantes vuelos unos a otros
sobre todos los muros inmóviles
quejaba una imagen de virgen pulcra
una revelación mundana
impidiendo nuevos desbordes místicos
los ojos hinchados de tanta sal
impedían al verdugo ver e intimidarse
por haber captado por primera vez
las puertas invisibles del rey sol
como un enorme montón de letras
que se aplastaron en los innumerables siglos
de lenguaje coloquial y binario
la ráfaga danzante y cálida
nos sorprendió sordos, indiferentes y toscos.

pero lo oscuro se hizo forma en nuevas voces
y mástiles nacieron por las venas mullidas
de una párida tierra oculta y pretensiosa
que supo cómo llenarse por dentro de hielo
para parecer más y sufrir menos





Halo bestia.

Representación sobre representación
¡Qué difícil vivir así m´hijo!
Dándole comida todo el tiempo al monstruo
para que luego se vuelva contra ti y no te deje ver.

Representación sobre representación
¿Es así como intentas calmar el hambre?
¿Arriesgándolo todo por el fantasma?
¿Quién te alimentará cuando caiga la pintura?

Representación sobre representación
Ahogándote en tus sueños, tan profundos y profusos
del signo maquinal, solo que un día despertarás
y fulminantemente obtendrás
un vertiginoso pánico de humanos.

Representación sobre representación
Deja ya de ser pobre y corta ese llanto seco y sediento
Nutre tu alma dispuesta: quien vive otorga realidad,
quien sacude el polvo moja la tierra…

Realidad es: un ermitaño orfebre
de uñas sucias y calva brillante,
que cada vez que se rasca la mollera
pierde sus brillantes soltando sus opacos.

Representación sobre representación
Nada más para esta función.


El amor en las palabras

El lenguaje se hizo hermoso,
fue poderoso en la mañana
espeso mientras bebía
dilatado cuando dormía.
se hizo abrupto con el académico
y abrumador con ese otro inentendible.

El lenguaje se conservó en mi piel,
como en aquellos días
en que bebía leche en bombilla;
Días que la duda previa me alertaba,
como si el gesto correcto
pronunciara lo viable.

Las palabras viajan despacio,
no por el aire, sino por las venas.
no en las letras, sino en tus manos.
no en la esencia, sino en la escena.

Y así comprendí un buen día,
que mis elementos
son los mismos que los tuyos,
y allí me cerró la bola,
el lenguaje somos nosotros. 


Oda del desierto escrita por mis antepasados y por mí

¡Que te extirpen los indios!
Espero que te destripen bien a fondo
y que te sacudan los tobillos
con sus hondos gritos sepultares.

Te va a doler, eso te va a doler, como una macumba ennegrecida.
Te va a estirar la piel como una esterilla ensangrentada.
Te va a sangrar la boca, pero tú seguirás peleando,
batallarás como si fueras uno de los suyos.

Tu pecho se inflará, y, empujado por el alma, estarás erizando los bellos.

Los lanceros te harán sangrar por el cuello y morirás rengueando.
Galoparán en el desierto y quedarás tirado en el vasto páramo,
viendo como la nube de polvo se desvanece y desaparece.

Se irán llevando con ellos el grito salvaje.
El mismo que ahora conociste
gracias a la muerte, al sufrimiento, al dolor
y al coraje que aparecen cada vez que se pelea.
Ahora te queda un silencio calmo,
imprescindible para descansar.

Nuria Nuy


FELICIDAD.

Naciste.
Llegaste.
Fragilidad de los versos,
Humildad transparente,
Fotocopiando la mente
En un sinfín de palabras.
Sensitivamente alerta
Esperaba tus labios.

Rozan los besos,
Cada estrella.
Sólo en ellas,
Tu compañía.
Placer de silencios
En tu arduo respirar.
Sencillo.
Elemental.

Tu cuarto,
Lleno de luz,
Empapelando las nubes.
En tus dedos
La calma,
En cada mañana…

Los sueños fueron,
Como caminos
Por recorrer.
Sólo tu andar
Me conduce.
Sólo tus manos
Contienen.

La felicidad ya no es un estado,
Sino un resultado.


MI LUGAR.

Pude terminar al fin
De tomar noción total
De que lo había encontrado,
Era éste el lugar!
El de la más pura reflexión
El de la calma corporal intensa
El de las tardes sin final en el cielo
Y las noches de extrema sensibilidad
El del tiempo sin tiempo,
Que tantas veces escribí,
El del amor real,
Que creía lejano, soñado,
Y paradójicamente irreal
El de los besos que pronuncian
Tu cuello pronunciado
El de las ropas sin ropas
Dejándonos descalzos
El del susurro del viento
Sereno en mis oídos
Era aquí, ese lugar…
Que plasma en cada tic- tac
Emociones arqueadas
Por intensidad
El que deja volar,
En impensada libertad,
Todos los gestos,
Todos “mis yo”
Los pasados ya sin peso
Sin sombra
Sin voz
En el instante,
Sin sentir su transcurso.
En cómo resbalan las gotas
En el sudor sin cansancio
En las manos agrietadas
En las raíces que echamos,
Aferrándonos…
Del aroma de cada pétalo
Nutriendo cada gota de oxígeno
Del encuentro entre silencios
Que formaban universos en esencia
Entre suspensos pronunciados
Del amor en los cantos de pájaros
Que volaron transportando sencillez
Y colgaron en tu alma
Interminables otoños de hojas naranjas
Y viento que lleva y trae
En cada soplo y en cada andar
Envolviendo los días.

El del sabor de la felicidad más pura.
Éste era el lugar
Es…
El lugar de la felicidad.


NUESTRO ESPACIO
 INFINITO.

Trenzados los sueños,
En cada una de tus muecas.
Tus sentidos
Flotan en el espacio.
La inmensidad
En cada inspirar;
La liviandad
En cada exhalar.
La melodía del campo
Del viento y el río
Entre flautas y campanas
Cubrió sensacionalmente
Nuestra relajación superior.
Desde tu espalda
A tu rostro
Inquietos mis ojos, mis manos.
En la pureza del aroma,
Que asoma y alcanza,
Audazmente acercan tus dedos,
La palma de tus caricias,
Y todas las mías…
La silueta,
Como arrugada,
En tu mar
Contempla tu soñar.
Navegar, es diferente
En estas aguas.
Naufragio sin sol,
Encuentros encendidos,
Anochecer entre tu voz,
Ritmos inquietos en tus pies.
Las estrellas fugaces,
Se esconden en tu cuarto.
Colgué la mía sin saber,
En la transparencia de tu frente,
En tus ideales nocturnos,
En los deseos remotos del desierto que madruga,
En la necesidad que nace cuando dejas morir las ansias
En las palabras amordazadas del pasado que no es,
En los silencios sin piedad del futuro añorado,
En el amor del presente conjugado en nuestros labios.
Tus pasos firmes y certeros,
Crearon nuestro espacio.
Sin fronteras, sin condiciones.
Infinito.


REAL.

Con la alegría de tu pecho
Con tus latidos a ritmo
Conjugando este presente
Único en la noche,
En el instante.
Hay aromas que el viento arrastra,
Mientras el ave construye su nido,
La melodía de los pichones lo conduce ciegamente.
Escoge el árbol.
Se posa.
Es libre.
Descansa.
Se nutre en compañía,
La calma del amor,
Nada queda oculto.
El sol va asomando,
Tímidamente,
Regalando calidez
Alimentando naturaleza y espíritu.
Cubre el campo,
Sin esfuerzo,
Sin prisa,
En plenitud.
Revive un pétalo,
Agudice el desierto,
Contempla espejos
De sabia pureza.

Apareces en la naturaleza de las cosas,
En todas las cosas de la naturaleza.
Porque es natural lo que sentimos, transmitimos.
Es genuino.
Espontáneo.
Real.



Ignacio Román González


Ignacio Román González nació en 1985 en la localidad de Punta Alta, Buenos Aires. Profesor y Licenciado en Psicología. Ha publicado de manera independiente un poemario titulado “El sol nos mirará de lejos” en el 2010. El libro de cuentos titulado “Perspectiva Modelo” fue publicado en el 2012, a través de Ediciones de La Cultura. 

            Para descargar " Perspectiva Modelo" clickea este enlace 
                               
       http://www.mediafire.com/view/?o6vlolfs6i2btau 

Para contactarlo, enviar un mail a irgonzalez@yahoo.com.ar



EL PORTON DE CHAPA

Estaba por terminar cuando sintió que alguien abría la puerta del quincho, como si la forzaran para poder entrar, ese chirrido espantoso que hacen las viejas puertas de chapa cuando raspan contra el piso de cemento. El estaba en el cuarto que había acondicionado para usarlo como dormitorio, contiguo al quincho, pero incluida en la misma edificación. Entrar al quincho era, por ende, el preámbulo para entrar a la habitación. Era común para todos lo que lo conocían entrar por esa puerta y disgustarse con el ruido de la chapa raspando contra el piso de cemento, y conversar después sobre lo oscuro que se pone su habitación de noche, dado que estaba tan alejada de la casa, ese patio tan largo que hay que atravesar para llegar, pero sobre todo tan poco iluminado. Y ahora, que ya estaba por terminar de escribir recordó de pronto todas esas conversaciones, en realidad, lo poco que le habían importado. Siempre abrían manos conocidas, en horas establecidas. No ahora. Pasada la medianoche, y él terminando de escribir su novela. Encima sugestionado, porque pocas veces le había resultado buena idea hacer una novela sobre la muerte y sus horarios, los horarios en los que arriba la muerte al cuerpo de cada uno. Y se había decretado como autor morirse en una hora convencional para un buen novelista, entre las dos y las tres de la mañana, ese horario en que los demonios ya no duermen. Estaba a punto de escribirlo, pero el chirrido lo distrajo, aunque a medias, porque lo primero que pensó fue que eran las dos y media de la madrugada. No se atrevió a seguir escribiendo. Tenía que ver quién estaba tratando de entrar. Nada muy valiente, nada muy arriesgado, se asomó apenas por la puerta. La luz del quincho estaba apagada. Solo se veía un pequeño halo de luz que se abría paso por el portón. En efecto, alguien había entrado. Volvió rápidamente a su asiento y se apretó la cabeza con las manos. Trató de pensar que estaba solo, que ya había terminado la novela y que nada estaba sucediendo. Seguramente podría agregar unos capítulos más, sería cuestión de revisar. Estaba tratando de no hacer caso a la idea de encontrarse acompañado. Pensaba que nunca había leído una novela en la que el autor se muera a la par de sus personajes, así que no tenía modo de cotejar con otros trabajos la mejor manera de expresarse. Y como se había decidido a no dar a leer a nadie su trabajo hasta que no estuviera terminado, se encontraba francamente solo. Lo pensó, y volvió a apretarse la cabeza con ambas manos. ¿Quién pudo haber entrado? Le parecía imposible asomar el brazo hasta el interruptor del quincho, aunque solo sea a unos pocos centímetros del marco de la puerta. La idea de exponer una extremidad le parecía imprudente, pero necesaria. Se incorporó de la silla. Y allí estaba, con la luz prendida se delataba cada parte de su indecoroso cuerpo, a medio metro del portón entreabierto. Totalmente inmóvil. Volvió a parapetarse contra el marco de la puerta de su habitación. El corazón le latía con dolor, el pecho se le cerraba. Trataba de aguzar los oídos para oír si se movía. Nada. Totalmente quieto. Si no fuera que lo acababa de ver, no notaría su presencia. Se sentó a escribir nuevamente, pero ya angustiado. No sentía esa cálida sensación del logro que había tenido con las novelas anteriores, siempre era una victoria. En cambio, esta vez fue algo meramente tortuoso. Ya conté que nunca comentó a nadie sobre esta historia cuya ambición parecía desolarlo. Lo hubiera necesitado realmente, si no fuera que le resultaba una traición al estilo que le quería imponer a este trabajo. Y casi lo logra. Pero ahí en el quincho todavía y en silencio, la única manera de tolerarlo sería escribiendo. Un par de capítulos más, llegar hasta las cuatro de la mañana y se acabaría el problema. Se arroja sobre el teclado y miente la trama, la trata de estirar. No le sale. Se queda en silencio, el mismo que emana su visitante. En vano trata de ser un autor traidor, no lo es.  Tuerce su cuello en dirección a la puerta de la habitación y allí lo ve. Tan próximo a él y no lo había advertido. Seguía quieto y silencioso. Ya estaba empezando a comprender. Resuelto, mira el teclado y define. Muere el protagonista. Teclea más. Mueren los secundarios. Un poco más. Mueren los personajes extras. Suspira y concluye. Se acerca el espectro: muere el autor.

miércoles, 27 de junio de 2012

Cristian Manrique


Sobredosis de Introspección




"Merodeando decide vivir,
sin pensar a donde ir,
amigándose con su mas intimo enemigo
decide seguir,
ahora en manos del destino,
se encuentra con su sentir."


  

Todo comenzó a acontecer desde muy temprano, ni el primer gallo había cantado para cuando sus padres habían decidido entregar su tan preciado tesoro en manos de aquellos dos que desde un principio tuvieron problemas para fecundar su propio amor, en manos de aquellos dos que creyendo saber enseñar a crecer, formaron a aquel ser en el cual una vida ya resignada sólo se regia por el propio derecho de la soledad y la propia compañía de su alma.
Buscando vivía, por los rincones también se escondía, aislado respiraba, aisladas soñaban las venas que por su cuerpo corrían. Con el atardecer no dormía, ni sentado descansaba, con la lluvia gemía, y por las noches cantaba.
Miradas cruzaba, con la gente que lo rodeaba, sólo mirando ojos veía, lo que ellos poseían, sin rencor ni compasión caminaba, mientras más miradas cruzaba, viendo así como esas miradas lo encontraban en vísperas de un futuro, en vísperas de un mañana; mañana que muy lejos de él vivía, de un mañana que desde lejos lo miraba.
Solitario era el ser que perseguía, sin cansancio y nunca sin ganas, era como siempre respuestas hallaba, a esos millones de porque que en su frente sudaban, pequeñas gotas que su frente marchitaban.
Corazón sí que poseía, era exclusiva la poesía que lo marcaba; flechado desde aquel día en el cuál vio en otros ojos, reflejada su mirada.
De misma edad construían amor sin penas ni agonías; sin saber lo que causaban, a cada minuto más pasión los encontraba, sin saber lo que causaban, de lujuria vivían, sin saber lo que causaban, dentro de ellos el amor crecía.
De los más errantes de los pasajeros, surgieron posibles supuestos en conceptos, fue regalando nada con el todo que su capa cargaba, visitaban urgencias, acariciaban llamas y desnudaban deseos, eso sí, les gustaba exponer a sus deseos, jóvenes de alma y de sangre; juventud, si, era juventud el más temprano de sus excesos.
Olvidándose de lo que soñaban, es como ahora sus almas se perdían, olvidándose de lo que soñaba es que su corazón se reprimía, sangraba y bombardeaba y sufría y lloraba, perdonaba, tampoco se rendía, solo latía, solo lo esperaba, porque él sabia lo que venía, sabía como lo esperaba, sabía donde yacía el amor que a él no lo lastimara
Pero como los sueños no vivían, de sus sueños solo hablaban incluso cuando dormían, incluso cuando se miraban, en el medio siempre se hallaban, las voces de los demás que a ella asustaban, que a ella socorrían y asfixiaba, que a él no lo respetaban, que a él no lo perdonaban, y menos consentían. Simpatía no compartían, desgarradoras eran las miradas que a su ser poco a poco destruía y ella no reconocía.
Capitulados como inseparables, es que se mordían, perdiéndose en lujuria era como respiraban y la transpiración pasaba a ser ahora la que los unía y a su vez no los soltaba.

Vírgenes de alma.

Mientras de la humanidad preguntaba, su alma sólo respuestas formaba, irónicas las mismas, de risa se vestían, al duelo lo evitaban, sólo jugando con aquella canasta, que con frutas irradiaba el sabor que en aquel momento sentía, ese pudor que él tanto rechazaba, el encanto que sólo asco le producía, aquel que sólo reflejado en espejos se veía.
Dejar sueños era su destino, perderlo todo parecía ser para lo que había nacido, humano de carne y hueso sufrido, uno más dentro de ese juego de lo prohibido, uno de los más atrevidos, pensador en furtivo ¿Fruto maligno o sagrado?
Dejando rastros. Caminos errados eran los que había dejado, ahora sólo soñaba y era eso por donde se paseaba, donde él siempre de alguna u otra manera había dejado su marca, muchas veces disfrazada hasta con máscaras se ilusionaba aquella cuestión de pensar en un mañana, en el cuál no se suele saber que es aquello que el futuro desengaña, y nos ata a redimirnos y hasta fruncidos nos ataca, dejando su rastro con cada instante de este momento ya pasado. Engañosa aquella figura que se reviste de arrugas, que era dentro de cada luna donde se escondía, y era dentro de cada luna, donde con más fuerza latía, ese pudor de no dejarnos ver nuestro día a día, aquella muerte que de largos sueños se vestía, aquella cruel muerte que nos crucifica, entre sábanas nos crucifica, y nosotros fieles mártires de las mismas, por muchas veces no saber ver toda aquella vida que no estamos dando en nuestro día a día, siendo ahí donde la naturaleza del perdón habita, maldita debilidad que carece de propia voluntad y valentía, de asumir nuestro propio rol en este gran océano de vida, que de "ahora" se denomina, fuego candente que dentro de los corazones habita, motivo por el cuál el mismo palpita, dándole sensaciones sentidas, inevitables huellas en la cuál el tiempo no es más que una espina, lastimando a todas aquellas sorpresas desaparecidas, ya perdidas, ya rendidas por el simple hecho de decirse haberlas vividas.
Hurgando muecas perdidas, jamás existidas, es que su mirada de forma ferviente erigía, siendo así como su propio corazón se ahogaba, dura y fría imagen plasmada contra las rejas de su propia ventana, ventana lagrimeada, ventana golpeada, ventana que no existía, pero ¿de donde surgían esos miedos que las traían? preguntas de respuestas ya no incomprendidas, simple pregunta de permitía, maldito que se atrevía y sin escrúpulos decía, que obligaciones él no tenía, siendo sus sentimientos lo único que él seguía.
Pestañeaba frente al espejo en este momento, no lo sentía, sólo se veía, esta vez reflejado en su mirada.
Fueron esos rasgos los que le remarcaron a lo que él hoy dentro suyo llevaba, aquello con lo que tanto cargaba, aquello en lo cual ahora logró encontrar el verdadero significado de sus lágrimas.
Lágrimas, si lágrimas, y muchas de ellas eran lo que desde adentro el mismo se generaba, aquello que la luz no conocía, siendo luz lo que le faltaba, aquello que frio generaba, de esos fríos que congelan el alma con solo una ardiente mirada.
El orden ya fue establecido y es el caos; aquello ya no se reprimía, ni se suponía, era todo lo que generaba su apatía, era eso simple que el espejo le devolvía. Debía hacerlo, y se sabía, que ya no había retorno para volver a refugiarse en ninguna más de esas penas sumisas, ya vividas, donde habita esa falta de candidez que congela, pero no enfría, porque era frío lo que ese ser innatamente poseía, como también poseía poesía, su más grande maestra de la vida y a pesar de que ya la conocía, era recién ahora que la elegía, para entregarle su más ardiente sentir de la vida, para liberarse sólo en palabras escritas, pero sentidas. Ardiente llama que al frío ya no lo quería, que al frío no lo permitía, pero era su cabeza con la que controlaba aquellas peleas que con su razón siempre tenía, y muchas veces con más de un abrigo era que dormía, sólo intentando calentar sueños que con frío no salían, buscando apagar ese frío seco, que gracias a su razón era que existía, maldita razón que lo hacía olvidar que sentía, maldita razón que sigilosamente lo vigilaba y no socorría, cuando por esas desgracias en él mismo se hundía, dentro de su cabeza, se hundía.
Mañanas de un ayer que quieren desaparecer, mañanas de un ayer que desesperan, mañanas que desayunando no se alimentan, mañanas de colores que hoy nos muestran, toda la imposibilidad de volver a vivir algo pasado, angustiado en recuerdos y sin descifrarlos, vive el olvido, haciendo revivir mi pasado. Sentimientos ya sufridos, sentimientos ya pactados, que de a poco se mecen en mi sentir diario, esta vez no era por falta de olvido, el porqué de que ellos todavía estaban vivos, él simplemente se los alegaba al destino, juego atrevido que él en su deseada inocencia lo considerada divertido y dándole la mano, siempre bien dispuesto a recibirlo, dejaba al azar jugar mano a mano con su destino.
Nunca tímido, ahora si, no eran las sonrisas las que lo guiaban, no era el fin de una simple batalla lo que avecinaba, principios de guerra eran lo que se escuchaba dentro de su mirada, lo que la mantenía cargada, nunca tímido, impulsivo, hasta sarcásticamente impulsivo, amante del dolor y digno rival del mismo se consideraba cuando le dejaba al azar la responsabilidad de marcar cada momento en su preciso instante.
Imposiciones de ningún cargo era las que tenía, ya que con ellas muy bien no se llevaba, tampoco reía, rencor les tenía y sin miedo las miraba, siempre desafiaba, generalmente eludía, pero siempre, como pocos hubo, siempre las vencía.
De vivencias no vivía, sólo su cuerpo era lo que le dolía, pesaba, paseaba, desnudaba, entregaba y regalaba, entregaba y sufría, y en cada entrega constante que se hacía, era él el único que perdía, ya que dejándose de lado yacía aquel ser que ahora de mujeres vivía, ser cuya felicidad ya había dejado de ser inofensiva, cuya impulsividad carecía de fuerza, cuyo verdadero valor aún no había sido concebido, ni frustrado y hasta muchas veces nunca querido.

Largas noches lo seguían, mientras los días no pasaban, largas noches eran ahora las dueñas del castigo de su alma.



"Por haber soñado y no dormido,
por haber llorado y no perdido,
por haber peleado y ganado,
por haber gritado y no sentirlo,
por haber muerto en aquel rito,
donde el amor es el dueño mientras nosotros,
pobres esclavitos, humillados nos sentimos
en el encuentro casual con aquel amor aturdido,
amor selectivo, de los amores mas rígidos."

Tomas Godoy



Árboles del tiempo.


Pisaste el suelo, pero sobre el aire estaba todo ¿Lo veías, caías en el, flotando como suaves hojas de nogal?
Despertar.
¿Acaso al recostarme, refresque mi mente viajando hacia amplios caminos poli-direccionales?
Sobre el aire estaba todo…
Todo eso que pensabas que no habías pensado, todo eso que mutaba entre los espejos ¡Que extraños mis dedos, árboles del tiempo creando mas para ver, imaginar, comienzos que inventan palabras para que todo siga sucediendo, magia que se chorrea en tinta escribiendo soles en todos los días!



Cantándole a los lobos.


Las palabras que ella conocía eran traídas de otro planeta.
Su rostro tan ajeno a mí, como seres extraños que surgen de situaciones que nadie entiende.
Sus manos traían el frío y sus ojos el calor.
Mediamos la distancia del cielo, contábamos las estrellas en solo segundos.
El magnetismo era fuerte e irreal.
Meditábamos el mismo sueño cantándole a los lobos.





Cocinaba palabras


¿Has flotado alguna vez?
¿Has muerto debajo de la montaña y renacido en la cima?
Conoces los números y la exactitud pero ¿Conoces los mares y el amor de las aves?
Soy un espía aquí, vengo de otra esfera, de otro circulo, soy otro tipo de vocabulario, soy un poco de magia que viaja de estrella en estrella ¿Acaso la luna no les ha revelado su secreto aun?
Danza sobre los planetas, nada en tu mente, descubre el verano indio, hazte fuego y esparce tus cenizas. Yo he visto las profundidades y me he sentido azul, nací sobre las palabras que ayer olvide pero ame dos veces todos los días.



Giraba en mi pronunciando porvenires


Ahí en el cuerpo de los sonidos, hacia ningún lugar ¿Que estrella será tu alma? ¿Quien es tu abuelo, quien es tu padre?
Vagamos sin comprender ciertas cosas que alguna vez serán tu canción o mi poema que convocara a las llamas a que enciendan tu alma liberando un cosmos de palabras guiadas por la magia de la naturaleza ¿Quien es tu abuelo?¿quien es tu madre?
Compréndete no de una sola manera, sino  de muchas y así entenderás tu alma, las representaciones de ti que te habitan y tu entorno, sin que nos demos cuenta estamos en un viaje sobre un camino que ya estaba aquí cuando llegamos, como si alguien quisiera que arregláramos algo o talvez que dejemos de meter nuestras manos en él, así como una calle que se pierde entre muchos edificios, así como un anexo hacia dimensiones acuáticas donde cada sonido suena diferente, donde el canto de los reptiles se mezcla con nuestras sombras, como pintura o amor.
Surco los mil y un mares del encanto de una mujer que danza sobre el suelo, gira pronunciando porvenires, mi nombre que ya no recuerda la asusta, la excita para excitarme, la libera para volver salvajes a mis bestias que ya reinan casi por completo a mi mente que algunas veces da vueltas a su alrededor.
Un verso o una estrofa que queda grabada sobre mi piel, sobre la nube que no te deja verme, sobre tus ojos que nunca se cierran cuando esperan al día de los pájaros.





Hogares.

He vagado en mil estrellas, en mil hogares y en muchos animales, bebí mi sangre en el desierto y comí mi carne en el cielo, conocí  mujeres que volaban, que danzaban, que reían y se callaban, conocí  casas pequeñas y árboles gigantes, nombre  amores inalcanzables y fabule besos lejanos y siempre volví al mismo lugar. Caí muerto en el césped, en el agua y en el aire, le cante a los pájaros mis historias y le llore a las flores mis mentiras; qué sueño es este que se mete por mis venas y vuelve cercano tu beso, tu  canción que nunca oí o tu gesto que se tornaba macabro y excitante debajo de las cinco sabanas de tu alma. Despedí un año dorado y vi llegar milenios que nunca comprenderé, invente  palabras que no podrías pronunciar y convertí las sombras en diamantes, sombras  que cuando las nombras desaparecen como ojos extraños, como magia longeva que me descubrirá más que todos los que soy o este que escribe en este momento. Soy un corazón, un  corazón de niño que siempre intentara introducir pequeños sentimientos en los demás, que al estar ahí dentro, dentro de su carne, de su alma, se volverán grandes, gigantes  para salir por sus ojos y accionar su boca escribiendo sobre papales blancos, ARTE  PARA GENERAR MAS ARTE ME DIJO y se transformo en viento…


Indeleble futuro.

El silencio de mis parpados, como arañas en el techo.

PREGUNTO SI MI PIEL ES REAL,

 Asciendo entre globos o planetas,

Veo puertas paralelas a la luna.

Siento el cielo en mi meñique izquierdo,

Soy el guardián de mi cuerpo planetario.

La vía Láctea infinita, la madre, el frió, la calma.

Los pájaros abrazan la sombra de un tigre mientras

Los árboles se agitan y la nieve cae.

El secreto de un dragón fluye en el centro del rió,

El ultimo baile de las luciérnagas, los labios del alba

Y los ojos del sol

, todo unificado.

La duración de un día cualquiera, la distancia al cielo.

NUDOS Y ESCALERAS caen desde una nube,

Me acerco al fuego cuando el tiempo para,

Recuerdo mis manos y la quietud del viento.

Las plantas crecen en el interior de algún momento esperado,

Así como si se solidificara el aire y el tiempo se hiciera agua.

Todo despierta aquí, es la voz de un astro que no se pierde,

Plasmo hoy mi alma y oigo el sonido del camino.

Cierro los ojos cuando se desarma la cascada, un álamo

Me sostiene en el bosque, sus hojas indelebles como la lluvia,

Sin desengaño veo como todo intenta encajarse.


Un yo olvidado



Yo que nací en las caderas de algún bosque loco, yo que me negué a matarte, hoy me entristezco al no poder recordar ni siquiera un gesto; solo palabras decía mi padre, pero bueno esa es cosa del pasado.
Yo que me transforme en pájaro sobre los libros de los antiguos reyes, yo que creaba caminos sobre las paredes invisibles, Yo que imitaba los movimientos de las flores y me llamaban loco, yo que me alimente de la cultura y la escritura para quedarme sin poder hablar con siquiera alguien(o algunos pocos).
Yo que desnude ciertas palabras y las hice enfermarse, claramente a mi manera (en términos de mi creer la palabra enfermo significa lo contrario a lo que es para ustedes)
Yo niño, yo puro, yo-antes.
Yo que hoy no valgo ni la mitad de lo que valía antes de encontrarme con todos mis peores yo. Ahora que pongo al tiempo como subterfugio para todo, ahora, tiempo sin color, desde ese momento, cielo o rayo que ya me asusta y antes me amaba.
Yo que no me transformo más porque perdí algo y desde que lo perdí amo la oscuridad, mi oscuridad, tu oscuridad.
Yo que no te conozco y nunca lo hice, yo que me ilusionaba con el ruido de la lluvia y que ahora no escucho más que las palabras de mi mente.
Yo ciego de tu imagen, yo olvidado, yo-isla inhabitable.
No recuerdo  mi sombra ni  los lugares donde anduve, vida-relámpago que eres tan veloz y desapareces y me olvidas.
Mis manos ya podridas por haber tocado lo más profundo y negro de mi ser se ocultan de todo, yo que me olvide me mi parte exterior, vuelo vistiendo nada más que mi blanco esqueleto, yo que te devore y volvería a devorarte.
Yo y tu miseria (que es lo mismo) atravesamos puentes dirigidos hacia el otro lado de la nada, yo y tu muerte que a través de la ventana nos distraen destellos lunares.
Yo que me divido, SER y DECIR, cabalgo esperando perderme, me pierdo, me doy cuenta que perderme de ciertas cosas me hace encontrarme, yo que camino por los pasillos de la mente, navego los mares que muchos han olvidado, surco los planos más oscuros y los más brillantes, yo que prendo la luz de tu frente y al hacerlo dejo abierto el portal de la noche.






jueves, 21 de junio de 2012

Pablo Vázquez




resto

Nunca me imaginé estar invitado a una fiesta así.
Con unas esferas blancas, amarillas y rosas
que ruedan hacia la barra porque hay promo hasta las 3: 100 por 1.
Con una cuchara de plata espejada
del tamaño del Obelisco
que nos revuelve y nos devuelve reflejos parcos.

Las esferas amarillas y rosas
se ponen blancas
y las blancas se quedan blancas.
Y todas salen en algún momento
con destino a lenguas, narices, entrepiernas. Muñecos y muñecas.

Pero siempre queda un resto,
una pasta inútil que no aspira a nada.
Siempre queda algo en el fondo de la olla.
Yo también me quedo ahí,
esperando,
resistiendo.
Me pego en los bordes.
Yo también soy lo negro, lo sucio, lo que sale baratito.

El cuerpo no va más
Los políticos de mi país
se serruchan la cabeza.

¿Duele? pero los publicistas insisten:
El cuerpo no va más.

Un pibe, por un pancho y una coca
te la mete bien adentro varias veces.

Pero siempre caen.
Caen aplanadas y boca abajo.

Alguien cruza Diagonal Sur y las pisa
distraído,
y hay algo adentro que le dice
que sí, que está bien,
que por algún lado se empieza.


Quiero comerme la política…

Quiero comerme la política
con las manos,
ensuciarme con la grasa de sus hombres.
Pero antes de comerla
quiero cazarla: pescarla
merodeando el mundo
como una gacela
mirando a los lados pero sin verme
moviendo sus cuernitos ingenuos y cobardes
pastando de los músculos nuestros
mordisqueando despacito nuestros nervios,
tan vieja y aburrida.
Entonces yo le caería por atrás
como un toro calentón
como un tren.
No estaría solo.
Le haríamos un tacle y la secuestraríamos para siempre.
La clavaríamos en la frente de los pibes.
Viajaría más rápido que un tweet.
Le daría a los militantes
por fin
algo de qué hablar.
Quiero comerme la política.
Quiero sentirla entre los dientes y en la lengua
cruda pero fresca,
quiero chupar su sangre roja
como las flores y como el fuego.


Puente
Lejos.
Mi boca hace monumentos inútiles
en la inmensidad del desierto.

La ciudad parece nueva otra vez
si no se probaron ya sus espejos blandos.

Más lejos.
Ciego de soledad y datos
todavía la escucho gemir, gemir.

“Las murallas previenen la guerra”, decían.
“Las antenas atrapan las almas”, decían.

Pero no hicieron nada.

Me fui. Juré no volver hasta construir un puente
que no pueda cruzarse con piernas.

Me fui en silencio y te extrañé.

1ra conversación sostenida entre Justiniano y su televisor,
o los productos hechos con huesos humanos


tensión

Justiniano había hecho un descubrimiento que revolucionaría su enclenque transcurrir: ante la eterna insatisfacción al querer higienizar sus mandíbulas de ballena blanca con relativo éxito, un buen día se levantó con la oreja izquierda y lo vió. El cepillo para lustrar zapatos de cuero talle 48 se le exhibía pornográficamente, es decir, desnudo y con las cerdas al aire. Sin pensarlo ni un octavo de vez, cazó el enorme adefesio y lo sacudió con firmeza dentro de su caverna facial al compás de Bungalow Bill. "Con los dientes así de limpios y lustrosos", dijo, "hasta podría hablar con mi propio televisor".
            Y así lo hizo.
            Ni había agarrado el control remoto que las oficinas de ventas YAMELLÁ ya lo estaban esperando del otro lado.

- ¡Muy pero muy bienvenido al mundo mundano de los eléctricos aunque domésticos electrodomésticos! ¡Los productos que verá producirán asombro hasta a su propia sombra sombría!

Los labios diamantinos de Justiniano comenzaron a dibujar un tímido cornalito.

- ¡¡...vea la evidente vehemencia de las vivas y vertiginosas vidrieras que se exhiben a su visióónnnnnn...!!

- ¡¡VIVAAAAAAA!!- vitoreaba la regordeta asistente, con su ensayada expresión de asombro a lo lavarropas abierto.

- vivaaa...- repetía un Justiniano en estado hipnótico.

- Estás en lo correcto, sí, a correr correspondería en materia de acarrear nuestros cargados carrrrrrrrrritossss...- el presentador se detuvo unas dos horas y media para sembrar el suspenso necesario, temblando y con un brazo medio alzado como una pava acercándose a su punto de ebullición, y coronó: DE PRODUCTOSS!!!!

De la nada y en completo destiempo reventaron unos aplausos y risotadas agudas de la primera temporada de “Friends” grabados negligentemente con una videocasetera del año del pedo.
            Justiniano reforzó la algarabía como correspondía en el caso. Su boca era ahora una compuerta de castillo medieval; su baba, cristalina como un enjambre de noctilucas.
            Pareció querer decir algo (creemos que la palabra "productos"), pero fue bruscamente interrumpido por la caja de lumbre:

-NO! NOOO! No diga usted nada, nadador nudista ninguneado por la nadina ciudad, háganos un favor y cierre esa bocota de lagarto y lárguese a alargar su largo lago de deseos que se debe y merece mecer en su...- el engominado sujeto metió sendas manos en su esmoquin blanco hasta el fondo, buscando la palabra adecuada en su machete. La secretaria abrió su puerta redonda repleta de ropa sucia y se le adelantó: NECESEEEEEEEEERRRRReeeerrreeeereererereeeerrrrrrr...eeer...rr...er - y siguió así rugiendo bajito, presa de un orgasmo léxico, aunque más bien le apagaron el micrófono con cautela para que no se note.

Todo se desenvolvía popa en viento hasta que Justiniano soltó:

- Ahora quiero hablar con ustedes.

El pequeño aparato azul uniforme de comisario chorreaba un silencio que daba miedo, un silencio que nunca antes había hecho, ni siquiera estando apagado.
            La asistente liquidaba sus esmaltadas uñas a dentelladas y miraba a los costados buscando tal vez más dedos.
            El presentador dijo con solemnidad:

- Sus órdenes serán ordenadas, ordenador. Comencemos el exordio para exonerar dudas macanudas.

El televisor chillaba y relampagueaba que parecía una sartén endemoniada.


distensión

- ¿Quiere acaso saber para el caso, sabio y curioso televidente ansioso- preludió con brillantez el presentador - cuál es nuestro largo catálogo análogo al más lábido competidor?

- No, presentador- rimó Justiniano.

- Quiere usted inquirir, hombre de buen vivir, el entrar y salir de nuestro stock, o venir y presidir con los otros el show?

- No, presentador- repitió Justiniano, ante la incapacidad que siempre tuvo a la hora de eslabonar más de un verso asonante o consonante.

- ¡¿Entonces?! - dijo irritado el presentador, y al notar la mirada absorta de Justiniano, garabateó con los labios: ehm, hombre de voces sin toses?

Entonces Justiniano se conformó, porque él nunca tosía, y replicó a su vez:  

- Todos los productos que ofrecen son blancos, ¿de qué están hechos?

Y ahí el presentador no lo dudó e hizo un ligero ademán para que un piano comenzara a sonar en el ambiente. Todo prefiguraba una divertida canción:

¡Todo lo que hacemos, lo amamos
siempre al mejor precio, lo damos
toda otra oferta mejoramos
y a nuestros clientes muy felices los dejamos!

Sobre la palabra "dejamos" el piano dio dos martillazos como lo exige todo jingle publicitario exitoso, y el presentador hizo manitos de jazz.
            Cuando Justiniano creyó que estaban eludiendo sus inquietudes con sutilezas y engaños acartonados, la secretaria agregó como quien suelta sin quererlo un eructo bestial:

¡Todo lo tenemos y ofrecemos de blanco
pues todo está hecho con huesos humanos!

Sobre la palabra "humanos" al piano se le cayeron dos baldosas desacompasadas, como quien nota sobre la marcha un error garrafal en el guión practicado con severidad minutos antes. Y el presentador hizo manitos de jazz lo mismo, aunque la expresión facial era insostenible.
            El televisor se apagó dando a entender que sus dudas fueron disipadas como el agua ahorca al fuego.
            Justiniano se largó a llorar un llanto de niño con su boca de sarcófago, tapándose las fauces con sus dos calamares de dedos, quién sabe si de espanto o de aburrimiento.

FIN (?)